-Cada uno debe cumplir su rol-. Eso me decía a mi misma, mientras miraba por la ventana aquella noche y pensaba sobre todo lo que me había ocurrido en el día. Acostada desde la cama, se podía ver cómo a través de la cortina, la luz de la luna bañaba la habitación de un amarillo pálido.
Las horas pasaban y yo seguía sin poder consiliar el sueño.
De repente todo oscureció. A medida que la claridad de la habitación se atenuaba, pude distingur su alta pero robusta silueta al lado de mi escritorio. Su figura opaca se veía a la perfección. Me miró fijamente con sus ojos color miel y sonrió.
Me levanté de un sobresalto, pero al parpadear él ya había desaparecido.
Ahí estaba él, yo lo había visto, de eso estoy completamente segura.